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El poder de las conversaciones pendientes

¿Cuántas conversaciones pendientes he escondido debajo de mi almohada?


¿Cuántas he intentado disfrazar de una gran sonrisa o un “todo está bien” cuando amanece?


Lo sé, esas palabras están ahí, escondidas.


Aunque a menudo no les preste atención… ¿Cuántas veces he imaginado cómo sería esa conversación?


He imaginado todos los escenarios posibles, pero sólo eso. Imaginar.


Cada vez que esa conversación aparece en mi vida como si fuera algo “pendiente”, me siento pequeña, indefensa, con miedo. Decido seguir guardando esas palabras y esas emociones para cuando encuentre el “mejor momento” o la “ocasión perfecta”. Pero no llega. Siento que cuando no miro debajo de la almohada, no veo lo que está allí… a menudo, llegan inesperadamente en forma de vocecita y me susurran… déjame salir; me estoy ahogando.


De pronto, llega el día. Y sin saber cómo ni porqué, esa conversación surge. Increíble en un primer momento. ¿Cuánto tiempo llevaban esas palabras escondidas? Tan escondidas y tan presentes a la vez.


El corazón me late deprisa, las palabras que tenía guardadas no me salen. Sólo puedo dejar que emerjan recuerdos, sensaciones, emociones… Decido prepararme para escuchar, no para responder. Ahora puedo escuchar palabras que salen desde tu corazón… puedo verlo; con sus heridas, con sus cicatrices, con el dolor, con la fortaleza, con la valentía de seguir latiendo.


Con cada palabra, recibo tu generosidad, tu valentía. Dejo que me envuelva. No hace falta decir nada. Sólo sentir. Ahora puedo verte con claridad. Como si de golpe mis gafas estuvieran limpias. Hemos luchado una guerra compartida. Sobreviviendo y sobreponiéndonos al dolor.


De pronto, me invade una calidez que siento como extraña. Nueva. Sé que ése dolor estaba ahí, pero necesitaba verlo, comprenderlo y compartirlo. No desde el silencio.


Después de esa conversación pendiente, me quedo sin palabras. Sólo puedo agradecer con un gran abrazo que hayamos sido lo suficientemente valientes para enseñar el dolor que escondíamos. Que lejos de provocarnos más dolor (como solías pensar)… he sentido cómo me acariciaban tus palabras, cómo me abrazabas, cómo me querías, cómo me respetabas, y sobretodo…me he sentido más cerca de ti.


Y cada vez que lo pienso, me emociono, de alegría.


¿Cuánto poder tienen esas conversaciones pendientes, verdad?


Cuando un corazón se atreve a hablar, no pienses en responder. Sólo siéntelo. Deja que las palabras te acaricien y acércate... No tengas miedo...


Porque hay conversaciones que curan heridas.



Silvia Montero


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